Muchas veces, para adentrarnos en el conocimiento de algún fenómeno se hace especialmente útil sondear lo que NO es, como punto de partida esclarecedor.
Respecto de la gestión del fracaso, lo primero que se nos viene a la cabeza es que No se trata de un modelo orientado a evitar el fracaso de las personas y de las organizaciones. Tampoco es una metodología para hablar de los fracasos como una especie de catarsis colectiva o parte del programa de un grupo terapéutico, ni una manera de romantizar o banalizar algo que, a todas luces, tiene un impacto fuerte y quizá, doloroso.
En contrapartida, podemos considerar el fracaso y su gestión como un fenómeno con múltiples dimensiones. En esta línea, reconocemos -al menos- tres: la primera es la experiencia subjetiva del fracaso, es decir, aquella que está relacionada con la emoción y con la sensación en torno al fracaso, todos experimentamos el fracaso de una manera distinta.
“El fracaso es un tipo de creencia que hemos aprendido y que, en consecuencia, podemos gestionar”.La segunda, es la perspectiva de las expectativas, es decir, el resultado que se obtiene en base a un objetivo planteado y la sensación que queda cuando no logramos cumplir con lo esperado. Y una tercera dimensión -tan compleja como las anteriores- tiene que ver con lo emocional, dado que las personas obtienen un registro emocional de las experiencias en torno al error y el fracaso.
El fracaso es, por lo tanto, un tipo de creencia que hemos aprendido y que, en consecuencia, podemos gestionar para usarlo a nuestro favor.
¿Y qué significa entonces gestionar el fracaso? Esto tiene que ver con habilitar espacios para que las personas, los equipos y las organizaciones, transformen la creencia que está asociada al fracaso desde una perspectiva negativa, a una mentalidad que opere en torno a creencias habilitantes y pueda incidir en el desarrollo de un proceso relacional o técnico.
No buscamos evitar el error ni limitarlo, sino más bien aprender a aceptarlo para llegar a “fracasar con estilo”. Pero fracasar con estilo no tiene relación con fracasar de forma deliberada o una mirada que busque romantizar el fenómeno.
Fracasar con estilo guarda relación con las decisiones que tomamos al momento de experimentar un fracaso, asumiendo y aceptando el fracaso como tal y validando el proceso y las emociones que nos produce. Si somos capaces de aceptar el error, tendremos muchas más posibilidades de entenderlo y gestionarlo.
Giannis Antetokounmpo, en conferencia de prensa a propósito de la derrota de su equipo en primera ronda de playoff en la NBA, dijo que los fracasos son sólo pequeños pasos para el éxito. Sin duda, nos alineamos con esto: el fracaso nos muestra una veta distinta del camino al tan idealizado éxito. Aprender del error y de los fracasos, también nos vuelve exitosos en la medida en que lo ponemos en perspectiva y entendemos que el fracaso no es el término de nada y que abre siempre la posibilidad de aprender permanentemente.